Milazzo takes care of our rest. Its large castle looks down on us, only fishermen walk through the floating pontoons.

Nothing better to prepare for the sea than to eat its fruits. Among the stalls near the port, a fisherman offers us a couple of sea bass, fresh fresh, which we cook steamed with some Calabrian white wine. Smell that nourishes. The skin is removed with a gentleness that makes your mouth water. A precise cooking, a true communion with the sea. We make the dishes very clean and the bones, for the edge, are returned to Poseidon. This sincere thanks serves as a starting rite: 126 miles remain up to San Vito lo Capo, it will be 14 hours upwind to the north-western corner of Sicily.

With the sails well placed, Pathfinder sails alone, chasing the wind. It’s the best autopilot and the only one we have. The sails tightening the wind to reach the corner that helps us cross the north coast of this huge island.

https://www.youtube.com/watch?v=wXsmjfZocMY
Night is coming

“Look, you can see the head of a mermaid on the port side.” In overcoming it, large fins come out, it is a sea turtle swimming to the east. Its bright and dark shell disappears again under the surface of the sea. After sunset three small dolphins dance from one side of the ship to the other.

https://www.youtube.com/watch?v=qwJ-K3pOPfo

Monte Monaco announces its arrival in San Vito lo Capo.

In the port we are already warned that the city is “a bit out of season”. With its wide desert roads it seems to be in a Sergio Leone movie. As we pass through them, a melody by Ennio Morricone plays in our heads. After miles of horizon, we cannot resist the vertical opportunity offered by that great rock, which has been praying since time immemorial, and we climb the mountain, towards the cross that crowns the summit, 540 meters above the sea. From there the cartography of the edge of the island and the Egadi is traced before our eyes, this is our extreme Sicilian west, down there we see the port and the beach with crystal clear waters. At the foot of the cross a methacrylate box keeps a notebook where we also leave, for posterity, the memory of our passage, a few minutes before even a cloud chooses this frame to rest, making the entire panorama disappear with a shade of white. Slowly, we descend from the cloud and the mountain and return to Pathfinder for dinner. According to the weather forecast, an insistent wind from the north-west denies us the passage in Sardinia, San Vito will keep us under its marble for at least a week.

Sicily horizontal y vertical.

Milazzo cuida nuestro reposo. Su gran castillo nos mira desde lo alto, sólo los pescadores se pasean por las dársenas flotantes. 

https://www.youtube.com/watch?v=sN-KBOovgTc

Nada mejor para prepararse pra el mar que comer de sus frutos. Entre los puestos callejeros cercanos al puerto un pescador nos ofrece un par de lubinas, frescas fresquísimas, que cocinamos al vapor con un poco de vino blanco calabrese. Huele que alimenta. La piel se retira con una facilidad que nos hace salivar. Una cocción precisa, una auténtica comunión con el mar. Los platos quedan limpios y por la borda las raspas son devueltas a Poseidón. Este sincero agradecimiento sirve de rito de partida: Quedan 126 millas hasta San Vito lo Capo, van a ser 14 horas de orza hasta el extremo noroeste de Sicilia. 

Con las velas bien colocadas, Pathfinder navega solo, persiguiendo el viento. Es el mejor piloto automático y el único que tenemos. Las velas se ciñen apretando el viento para apurar el ángulo que nos ayuda a cruzar la costa norte de esta enorme isla. 

“Mira, por babor se ve una cabeza de sirena” Al sobrepasarla le salen unas grandes aletas, es una tortuga marina nadando hacia el este. Su caparazón brillante y oscuro desaparece de nuevo bajo la superficie del mar. Tras el ocaso tres delfines pequeños bailan de un lado al otro del barco.

El monte Monaco (monte Monje) nos anuncia la llegada in San Vito lo Capo. 

En el puerto ya nos advierten que el pueblo se encuentra “un poco fuera de temporada”. Con sus amplias calles desérticas parece que nos encontramos en el decorado de una película del lejano oeste. Mientras las atravesamos suena en nuestras cabezas una melodía de Ennio Morricone. Tras millas de horizonte, no nos resistimos a la oportunidad vertical que ofrece esa gran roca, que reza desde templos inmemoriales, y nos encaminamos monte arriba, hacia la cruz que corona la cima, a 540 metros sobre el mar. Desde allí la cartografía de Sicilia y de las islas Egadas se dibuja ante nuestros ojos, este es nuestro lejano oeste siciliano, allí abajo el puerto y la playa de aguas cristalinas. A los pies de la cruz una caja de metacrilato conserva una libretita donde también nosotros dejamos, para la posteridad, la memoria de nuestro paso, minutos antes de que una nube elija también este marco para reposarse, haciendo desaparecer todo el panorama con un fundido a blanco. Despacito, nos bajamos de la nube y del monte y volvemos a Pathfinder a la hora de la cena. Según las previsiones meteorológicas, un insistente viento de noroeste nos niega el paso hasta Cerdeña, San Vito nos va a tener bajo su mármol al menos una semana.

 

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